¿Qué sucede en el corazón del hombre?: Violencia contra la mujer
- Esposos: Fidel y Janeth
- 16 jul 2018
- 6 Min. de lectura
La violencia contra cualquier persona es contraria al mensaje de de Jesús

"¿Qué sucede en el corazón del hombre? ¿Qué sucede en el corazón de la humanidad? ¡Es hora de parar!".
Estas son palabras de SS Francisco. La violencia contra cualquier persona es contraria al mensaje de Jesús: "Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros" (Jn 13:34).
El Santo Padre señala "La paz empieza en casa. ¡Entre nosotros! Después se extiende a toda la humanidad… ¡pero debe comenzar en casa!".
La violencia doméstica afecta a millones de personas. Puede suceder en todas las edades y todos los orígenes económicos, educativos, culturales y religiosos. Sin embargo, el 95% de las víctimas son mujeres violentadas por hombres. La violencia contra la mujer de ninguna manera puede ser justificada.
Cuando existe violencia contra la mujer, se están violando los principios básicos cristianos: dignidad, igualdad, solidaridad, respeto y paz.
Este tipo de comportamiento proviene de patrones aprendidos en el que el agresor gana y mantiene el poder y control sobre la víctima a través del miedo. Puede ser física, emocional, sexual, económica y/o patrimonial. Muchas víctimas han sido llevadas a creer que no valen nada, que los problemas existentes son su culpa. Llegan a cambiar y negar su propia personalidad e identidad. Se anulan a sí mismas. Con el paso del tiempo, la violencia se va incrementando y pasa con mayor frecuencia haga lo que haga la mujer.

Cuando los hombres han vivido violencia, se pueden volver agresores pues no son conscientes de esta repetición de patrones. No saben cómo escapar el ciclo de violencia. Por tal motivo es necesario buscar ayuda y recordar lo que la Santas Escrituras nos indican:
"Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo" (1 Pedro 3:7).
El Compendio de la Doctrina Social Cristiana (2005) señala que la importancia del amor dentro del matrimonio pues gracias a este amor cada persona es reconocida, aceptada y respetada (No. 221).
El amor, afirma el Compendio, es esencial para los seres humanos. Pero el amor marital es más que sólo emociones o expresión sexual. Es un don pleno y total, marcado por la unidad y la fidelidad. Además, la naturaleza del amor conyugal requiere que la unión marital sea estable (No. 225).
Si alguna persona está pasando por esta situación, ayúdela a buscar ayuda. Hable con alguien en quien confíe, como un párroco, un asesor familiar o psicólogo.
Esta verdadera lacra puede manifestarse tanto como violencia física, psicológica, moral,… puede esconderse tras el chantaje, puede ser una tensión producida de manera continuada, latente, sutil, puede ser el resultado de un clima enrarecido o una explosión inesperada, puede basarse en la falta de valoración y el menosprecio de un miembro por parte de alguno de los otros, o todos, incluso en el ignorar al otro, puede ser que se fundamente, también, en los malos tratos corporales,…
Desgraciadamente la evolución, en ocasiones la explosión, de estas situaciones nos lleva a un estallido incontrolado de violencia física que afecta a la integridad vital de las personas, llegando incluso a la muerte.
En todo este panorama aparecen, como paisajes de fondo comunes, todo tipo de perversiones y degeneraciones que afectan por igual a elementos masculinos o femeninos, a adultos, niños o jóvenes.
Conductas rígidas, elementos autoritarios, el orgullo, la primacía de uno mismo sobre los demás, la falta de control, las consideraciones de tipo sexista, la presencia de elementos perturbadores del control de la mente, los inhibidores, los estupefacientes, procesos educativos totalmente discriminatorios, la falta de sentido en la propia vida,… son elementos que se repiten una y otra vez en los casos en los que la violencia se hace presente en el propio hábitat doméstico, incluso manifestándose en las agresiones de hijos pequeños hacia sus padres.
Nunca se pueden aceptar y justificar estas situaciones, es una enfermedad que se está contagiando y, a medida que se expande una cierta cultura del culto al yo, de exaltación de la agresividad,… va tomando carta de naturaleza entre nosotros y categoría de pertenecer a nuestra manera de ser, y se justifica como natural, porque ¿cómo he de aguantar yo todo esto?
No hay duda de que son rasgos totalmente reprobables y que nos hablan de desórdenes, degeneración, presencia de valores contrarios a la vida, permisividad social, desestructuración personal, familiar y social, y de elementos que proceden del deterioro cultural, el cual, a su vez, provocan y aumentan.
La necesidad de actuar
Hay que actuar con perspectiva y mirar de resolver el problema con vistas a superarlo desde sus orígenes. Para conseguir este objetivo se ha de incidir directamente sobre las raíces profundas que lo provocan y considerar los medios de transmisión de una generación a la otra. Hay que tener cuidado de cómo se transmite la cultura y qué cultura se está transmitiendo.
Habría que actuar en los diferentes ámbitos educativos (el medio familiar, los medios de comunicación, el entorno de las amistades y de la calle con la presión social amenazando con dejar al individuo aislado y marginado si no sigue, e incluso el medio escolar), hay que controlar la incidencia de las nuevas tecnologías de la comunicación (los video-juegos, Internet y otros), el estado de la coherencia social, el desarrollo de una sociedad basada en un estilo fácil de vida sin modelos de identificación que permitan superar estos arquetipos, y reflexionar sobre la utilización que se hace de las personas y de su dignidad.
Ciertamente, la dificultad es grande y su solución de difícil consecución, porque ¿cómo podemos incidir en estos aspectos tan profundos que afectan la propia formación de la personalidad de cada uno sin afectar su libertad?
Pero por otro lado podemos decir ¿por qué nuestra sociedad, buscando respetar la libertad de los individuos, no hace nada y no intenta actuar desde los valores positivos que pudiesen conformar una personalidad equilibrada, abierta y respetuosa, mientras deja que otros, los otros, los que exportan los contravalores, sí lo hagan?
Para facilitar el cambio
Si se nos permite hacer propuestas, deberíamos empezar por sugerir la conveniencia de tener una vida plena y vivida a fondo, basada en la autenticidad de la persona cuando se relaciona con los otros, la disponibilidad a asumir al otro como aquello que es muy valioso para mí y que me hace estar atento a sus necesidades, y la empatía que me permita ser alguien capaz de establecer sintonía con los que me rodean, especialmente él, el que es lo más importante de mi existir.
Hay que ser capaces de ver en las otras personas entes iguales en dignidad a uno mismo, aunque diferentes en sus peculiaridades, las cuales nos enriquecen en la medida en la que las podemos compartir. Hay que fomentar el respeto y la paciencia, hay que enseñar a controlar el propio capricho y a saber soportar las frustraciones, hay que ayudar a las personas a conocer sus emociones, dominar los sentimientos que nos provocan y asumir y canalizar los afectos que resultan de todo ello.
Si tuviésemos que proponer una receta mágica, ojala que la pudiésemos empezar a aplicar ahora mismo, nos gustaría sugerir una manera diferente de vivir, basarla en descontaminar la sociedad del sexo y la violencia, controlar el consumo de alcohol y de otras drogas, buscar la desmaterialización de la vida, aceptar las necesidades de los demás…
En la receta no falta la urgencia de dejar de considerar a la mujer como un objeto y superar la cosificación que hacemos de ella.
No estaría de más el añadir la conveniencia de vivir las relaciones entre los hombres y las mujeres de una manera totalmente diferente, atreviéndose a ir al fondo, buscar la experiencia única de darse y llegar a la plenitud desde la complementariedad y el respeto, llegar a ver que el matrimonio, la más alta expresión de compromiso que hay en nuestra sociedad, es indisociable de una serie de exigentes expectativas sobre la responsabilidad, la fidelidad, la exclusividad, la durabilidad y la intimidad.
Sería bueno el poder mostrar a las nuevas parejas que la relación se ha de basar en el respeto, el cariño, la voluntad de entregarse mutuamente desde la libertad porque el otro es lo más importante de la propia vida, desde la sinceridad, la cooperación, la fidelidad,… de un hombre y una mujer desde la igualdad.
La pareja, que es la más básica expresión de familia, experimenta de esta manera la vida desde la vivencia de un amor que traspasa el mero romanticismo y se convierte en voluntad firme de dedicación al otro. La familia se convierte así en auténtica comunidad de amor y generadora de vida de todo tipo.
Ojalá que una concepción de la relación de pareja como ésta, no se quedara únicamente en las que empiezan y pudiese trascender a todos los matrimonios y al resto de miembros de las familias. Ojalá que nuestra sociedad encontrase una manera diferente de vivir por, en y desde el amor, una manera diferente de vivir el matrimonio y la familia a aquellas que generan violencia y muerte.
El referente
Amaos los unos a los otros como yo os he amado. Son palabras de Jesús dichas hace dos mil años, rompedoras con la dinámica talionista de su sociedad y que nos sugieren caminos diferentes a los que, desde un punto de vista general, ha tomado nuestro mundo.
Podríamos resumirlo diciendo que hay que fomentar la civilización del amor, pero es posible que este término, por haber sido tan manoseado, no sea fácil de ser comprendido, deberíamos describirlo como la civilización en la que las personas disfrutasen de la capacidad de perdonar, aceptar, darse y acoger de una manera consciente, libre, voluntaria y definitiva, porque eso es el amor.
Fuente Oficial:
http://es.catholic.net/op/articulos/58680/cat/245/que-sucede-en-el-corazon-del-hombre-violencia-contra-la-mujer.html
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